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Adicto al dibujo, a la narrativa y la comunicación; comprometido creyente y practicante de la filosofía de que el profesional se forja a sí mismo cada día y sin importar de forma exclusiva sus origenes, aptitudes o estudios escolares, de que en esta vida un creativo del arte o de la comunicación tiene la obligación vital, no solo de buscar entender con exclusividad el minúsculo margen de la realidad de su oficio sino que debe estar hambriento eternamente por asimilar el absoluto de su realidad y el total de su entorno, mi camino por la ilustración, mi vocación y la mayor de mis pasiones, ha sido, más allá de mi paso por la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, allanado por la autoformación, la práctica rigurosa y casi obsesiva y la necesidad de entender, sintetizar, deducir y compartir todo lo que existe a mi alrededor.
 
El dibujo ha sido para mí una necesidad existencial disfrazada de actividad lúdica que, incluso entonces, en la niñez y hasta donde la memoria me permite llegar, tuviera ya la certeza absoluta de que no había otra cosa en la vida a la que me quisiera dedicar; por esto las navegaciones mi vida escolar siempre estuvieron encaminadas al mismo puerto: aprender a ser mejor ilustrador, uno capaz de analizar lo que le rodease, uno con la facilidad de convertirse en un instante de espectador analista a un comunicador capaz de sintetizar y transmitir ideas a quienes le rodean o a quienes lo necesitan.
 
 

Eysel Abisué Cortés Martínez, El Canijo Chaneque.

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